Pues bien, a día de hoy, ya existe un destino para el dinero que se consiga durante las fechas navideñas, cuando tendrá lugar la Tómbola.
El importe obtenido será donado, en su totalidad, a las Hermanas de la Cruz, para que con él puedan seguir realizando sus labores de servicio y dedicación plena al más necesitado de los sevillanos. Así, cuando ellas estén ejerciendo su bella y humilde labor, este Grupo estará viendo como aquellas Hermanas, que un día su Titular fundara en el corazón de la Hispalense, cumplen por ellos la tarea más importante y a la que menos tiempo se le dedica, en ocasiones, como es la Caridad, el Servicio, la Ayuda al prójimo, que una Hermandad ha de ejemplificar con sus actos.
Esperamos que sepan comprender el motivo de la elección. En cierta manera, estamos en deuda con ellas, porque ellas nos abrieron el corazón y las puertas de su convento. Incluso nos dieron esa reliquia, que a día de hoy, una Madre en su Amargura porta en su mano derecha, donde el más insignificante retal del hábito de la mismísima Santa Ángela de la Cruz ocupa todo el espacio y nos transmite la sensación de ayudar y actuar según nuestros dogmas de fe. Y para mayor sensación de deuda, nos cedieron Su Urna para que, al menos, pudiésemos contemplar una silueta imaginaria del cuerpo incorrupto de la Santa. Por ello, qué menos que intentar compensarlas con un insignificante donativo salido de los más puros corazones de Constantina, de aquel vecino que de manera desinteresada haya cedido sus objetos que, en ocasiones, pueden tenerles un importante afecto, o de aquel vecino que, en la semana en que se instale la Tómbola, se acerque a dar su pequeña limosna para contribuir por esta causa.
No sé si coincidirán con nosotros pero, al menos, esperamos que respeten nuestra decisión.
Termino estas líneas haciendo alusión a unos versos extraídos de la Carta de Año que Nuestra Titular, Santa Ángela de la Cruz, escribió a sus hermanas el 25 de diciembre de 1895.
...¡Ay, qué hermosa es esta virtud! Con este
amor a la humillación solo, nos
santificaríamos, si lo practicáramos
siempre: siendo la última, escogiendo el
último lugar, sin meternos en nada, sin
dar nuestro parecer y alegrándonos que
nos lo pidan. ¡Qué dichosas seríamos!...
pero, en fin, empecemos para gloria de
Dios.
Dios.
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