
Llegamos un poco cortados y sin saber como actuar. Pero pronto las Hermanas Mercedarias no dieron movilidad. Nos dirigimos al comedor donde se encontraban los ancianos que peor se encontraban de salud. Allí estuvimos dándoles de comer su habitual cena y conversando con ellos para que las navidades se les hicieran más amenas.
Una vez los estómagos llenos, cantamos todos juntos unos villancicos, típicos de la época en la que nos encontramos.
Finalmente nos despedimos de ellos, deseándoles unas felices fiestas, dentro de lo que cabe, y les regalamos unas bandejas de polvorones y chocolate, para que merienden y disfruten de estas fechas. Le dimos también unas estampas de Nuestra Señora de la Amargura, para que los proteja de todos los males y los respalde bajo su manto de amor.
Salimos de allí bastantes satisfechos y nos sentimos realizados. Esto nos sirvio para recordarnos que una Hermandad no es solo materialismo y objetos dorados y lujos. Es también esto, compañía, ayuda y transmitir nuestras más humildes intenciones hacia aquellos que más lo necesiten.
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