La Juventud Cofrade de Constantina no pudo tener mejor portavoz que quien se colocó tras el atril el pasado Viernes de Dolores. Los sones de Soleá, dame la mano escribieron el prólogo de lo que en esta tarde se vivió en el Colegio de la Doctrina Cristiana. La presentadora del pregonero, Asumpta Ruiz Aranda relató las vivencias que habían protagonizado en su infancia, cuando, en la azotea de Andrés Manuel, montaban unos particulares pasos cuyo trono era el futbolín y como imagen utilizaban un peluche.
Tras la marcha Amarguras, Andrés Manuel comenzó su disertación. Numeroso era el público que se congregó para escuchar las historias más personales que el pregonero lanzó desde el atril, atril al que dedicó unos hermosos versos y donde pronto advertimos la calidad del pregón que íbamos a vivir. Atril de la capilla de las monjas, Siempre me pusiste nervioso, Pero hoy más que nunca, Pues presento los días más grandiosos De este bendito pueblo.
Con una perfecta dicción y una mejor entonación, Andrés se fue metiendo en su pregón, encerrándose en sus hojas y transmitiendo todo lo que había escrito en los meses previos. Nos hizo sentir una palabra más de su texto, logrando emocionarnos en numerosas ocasiones, al igual que cuando aludió a su familia materna de Barcarrota y a sus abuelos Andrés y Mariquita con voz quebrada o en el momento en el que nos contó su Domingo de Ramos en Mallorca y lo agobiado que allí lo vivió, teniendo que conformarse con la información que su madre le enviaba a modo de corresponsal.
El pregonero hizo un repaso a todos los momentos que Constantina vive en su Semana Santa y sus días previos, sin olvidarse de la Resurrección en el Ermita de María Santísima del Robledo. No obstante, es destacable la atención que recabó en su Hermandad, la Hermandad de la Amargura, dedicándole bellas y sentidas palabras:
«Es tarde de tardes, es mi tarde, la tarde de mis abuelos, de mis padres, de mis amigos y la tarde de toda mi familia cofrade. ¿Qué queréis que haga si no puedo escapar de la llamada que me hace, sin hacer alarde, silenciosamente me invade y bajo una túnica hace que mi cuerpo tape y salga a la calle en Domingo de Ramos, domingo que en antaño fuera Martes y que entre la turba desfila desafiante, sin querer que nada acabe y que el tiempo se pare?»
Andrés mencionó a todos sus Benditos Titulares, donde destacaron los versos dedicados a Nuestra Señora de la Soledad por su contenido, relativo a la paradójica soledad de la misma:
«Dime Madre si te mereces esta Soledad Que en la fría tarde de un Sábado Santo Constantina se ennegrece para verte pasar Tus hijos te abandonan y sólo un pequeños séquito Se digna a acompañarte en silencio.»
Además, Andrés no pudo olvidarse de su semilla cofrade, esa que sembraron sus padres y abuelos y que regaron todo su círculo de amigos, destacando a Manolo Prieto y la referencia a su padre, el ex Hermano Mayor, Andrés Manuel Sánchez. Tampoco dejó en el olvido a su Grupo Joven y a la Junta de Gobierno, cuyo ciclo está a punto de expirar, recordando lo buenos momentos que hemos vivido, más gratificantes que los menos buenos. Y como no, nuestra nueva Casa en Calle Mesones también tuvo un huequecito en el corazón del pregonero y se reflejó en su palabra.
Y finalmente, el pregón culminó de forma magistral con una bella Salve a Nuestra Señora de la Amargura donde no pudo olvidarse de su Cristo Sentaíto, el eje de su devoción, de quien fuera guía cada Domingo de Ramos hasta que comenzó su ejercicio como Presidente de sus Jóvenes.
 De esta forma, Andrés Manuel pregonó sus veintiún años como cofrade y transmitió al público con verdadera pasión sus sentimientos más íntimos, siendo premiado por un caluroso aplauso al final del mismo, mismos aplausos que interrumpieron al pregonero a lo largo de su disertación en numerosas ocasiones. Al final del acto, tras las sucesivas enhorabuenas, el Grupo Joven le entregó un cuadro de Nuestra Señora de la Amargura y una carta de agradecimiento.
Así culminó la tarde de Viernes de Dolores, tarde que nuestro Pregonero no podrá nunca olvidar y que quedará para el recuerdo de todos los que arropamos sus palabras, y en numerosas ocasiones, llegamos a suscribirlas.
Beatriz Cobo Rossell Constantina, 24 de abril de 2011
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